Mis amados hijos:
Les envío esta carta con algo de tristeza en mi corazón.
Como madre siempre he querido darles todo el amor que merecen y más, era
mi deber, y creo poder decir que lo he logrado, pues siempre han sido
lo primero en mi corazón. Mis hijos han sido mi prioridad en toda
decisión que he tomado a lo largo de la vida, pues les siento como lo
más hermoso que Dios me ha regalado.
Pasaron los años, crecieron y ya se volvieron adultos independientes.
Aún me emociono de alegría al saber de sus éxitos sabiendo que son
personas de mucho orgullo, pues fueron criados con mucho amor, buenas
costumbres, y en un camino que siempre les llevaba a Dios.
Pero he de ser sincera, y hoy miro triste a través de mi ventana.
Veo que cada día nuestros caminos se
alejan más, sus cartas son muy escasas, y sus llamadas ya sólo son para
detalles concretos y técnicos y ni que hablar de sus visitas.
Al menos, así lo siento yo.
No es un reproche, sólo un llamado de amor, que les necesito siempre y no me gusta esta sensación de abandono que siento.
Son mis hijos, por lo cual he trabajado toda la vida.
Son mis hijos, por los cuales he soñado cada día desde antes de que naciesen.
Son mis hijos, mi ilusión, mi alegría y motivo de esforzarme cada día. Son mis hijos, y les amo con todo mi corazón.
Miro por la ventana, buscando sus rostros, por instantes me parece ver
las siluetas de mis queridos hijos, las veo borrosas, y se marchan
dejándome el corazón palpitando fuerte y lleno de esperanza…
No, una vez más no eran mis hijos a quien por un instante creí ver llegar.
Les extraño hijos míos, y vivo pegada a la ventana y la esperanza de verles llegar cada día.
Hijos míos, comprendo que la vida les
ofrece muchas cosas atractivas, que la vida tiene muchos deberes y pocas
horas… pero ojalá encuentren un rato para mí, ojalá puedan creer que
merezco algo más de su tiempo.
Les necesito, les amo, no se alejen de mí tanto tiempo.
El tiempo vuela y pasa para no volver más, y si no cuidan de lo que
tienen podría llegar el día en que pensando en mí, y deseando verme, no
puedan, porque yo ya no esté.
Cuando llegue ese día, en el que yo ya no esté en esta tierra, no
quisiera que llorasen por mí… pues es hoy cuando necesito del amor que
puedan darme, no en el día en que ya no pueda verles ni sentirles.
¿De qué me serviría su amor cuando yo ya no esté para recibirlo?
Es hoy que aún estoy, es hoy que me desvivo por amor, es hoy que deseo tenerles en mi regazo.
Es cierto que seguramente me quedan muchos años de vida… pero eso no
quita que quiera disfrutarlos con el amor y cariño de mis hijos.
Les amo, hijos míos, muchísimo.
Que el éxito siempre les acompañe en la
vida, que la bondad permanezca firme en sus corazones, que nunca se
dejen llevar por banalidades… que nunca sientan la tristeza de la
soledad, y que Dios les de fuerza y paz en cada paso a tomar.
Son mis hijos, mi orgullo y mi amor.
Les echo de menos, quizás piensen que no
hay motivo para que me ponga así, pero esto es como me siento. Quisiera
abrazarles ahora mismo, mañana, y cada día que me queda de vida.
Les amo, hijos míos.