miércoles, 4 de septiembre de 2013

Principios que marcan a la gente complicada .....







 Es cierto, todos los días somos creadores de historias que la gente contará o que nosotros recordaremos con alegría, nostalgia, tristeza,  o se convertirán en experiencias de vida y superación para otros.

Todos los días somos productores de historias donde somos los protagonistas,  somos  parte de un reparto de esta película o novela llamada vida. Es bueno tomar la decisión y aceptar el reto de quien dijo que la vida es parecida a una escuela, en la cual todos tenemos  lecciones o aprendizajes de todo tipo y, además, es sumamente saludable evitar la tentación de poner adjetivos adicionales a las adversidades, adjetivos como problemas, fracasos, broncas, calamidades, sinsabores y demás.  Son sucesos que vivimos, momentos a los que nos enfrentamos y tenemos que sacar la fortaleza para enfrentarlos.

Con el afán de consolar a quien tiene un duro aprendizaje de vida, expresamos palabras que puedan reconfortar y darle cierto significado a lo que no podemos entender como, por ejemplo, que Dios tiene un plan maravilloso para cada uno de nosotros dentro del cual también nos “manda pruebas” a veces muy difíciles de superar.

No creo que eso consuele a nadie; no creo que me de fuerza y calme mi pena saber o aceptar que hay un Dios queriéndonos “probar” constantemente para ver qué tanto aguantamos y si verdaderamente tenemos fe. Son situaciones que nos suceden y que, por el sólo hecho de vivir, estamos propensos a padecer.

Sobrellevar estos sucesos no siempre es fácil, ya que tú sabes que hay cierto tipo de aprendizajes que nadie desearíamos tener, momentos que quisiéramos borrar de nuestro pasado y nuestra mente, personas indeseables que aparecieron repentinamente o que decidimos agregar en el reparto de nuestra historia de vida. Gente que podemos catalogar como difícil o insoportable y que tomaron la decisión de hacernos la vida imposible por su forma de ser, hablar, exigir o suponer.

Estoy convencido que los genes heredados pueden influir en nuestras vidas; las investigaciones demuestran que quienes tuvieron padres con alcoholismo pueden haber heredado de alguna forma la predisposición de padecerlo y  estudios más recientes han demostrado cierta relación con un gen de la obesidad. Padres obesos y mayor predisposición de tener hijos obesos. Esto último, a la fecha, sigue en estudio ya que siempre se creyó que eran más los hábitos que la genética, los que influían en la presencia de una familia de gente obesa.

Igualmente se ha encontrado cierta predisposición genética en la depresión y conductas autodestructivas. La ciencia, especialmente la genética, va descubriendo a pasos agigantados cada día más relación en conductas heredadas.

En relación con la gente difícil, hay ciertos factores que también considero importante analizar:

Detrás de una persona difícil hay una historia difícil



Siempre que expreso este concepto recuerdo a dos compañeros del colegio donde estudié. Uno de ellos, con un padre autoritario, que utilizaba la tranza como estrategia constante y acostumbraba golpear salvajemente a él y a sus hermanos cuando cometían errores imperdonables como tirar el chocolate o reír a carcajadas cuando él estaba dormido. El otro compañero con una madre ausente, pero autoritaria, neurótica,  que exigía que siempre sacara las mejores calificaciones. Acostumbraba a salirse todas las tardes a eventos sociales, dejándolos al cuidado de las dos señoras del aseo que eran prácticamente las madres sustitutas y llegaba solamente a comprobar que todo estuviera en orden; nunca un cariño, una muestra de afecto ni mucho menos diálogo constante.  Jamás asistió a una junta de padres de familia. La verdad nunca supimos si tenía o no papá.

Ambos se convirtieron en el terror de los más débiles -entre los cuales a Dios gracias no me encontraba-  Sus pleitos frecuentes, los regaños y  sus visitas constantes a la dirección, hicieron que se etiquetaran como niños complicados y difíciles, -en aquel tiempo no se escuchaba aún la palabra bullying- Posteriormente fueron jóvenes complicados y desobligados y uno de ellos inclusive tuvo problemas con la justicia de Estados Unidos, a donde no puede volver a entrar nunca más.

No es un factor determinante, pero si frecuente, que quienes tuvieron una infancia difícil, tengan una personalidad difícil.  La infancia marca a tal grado que puede convertirse en destino donde las heridas producidas por el des-amor o el exceso de protección, hagan de una persona alguien difícil de querer o soportar.


Nadie puede hacerte la vida imposible a menos de que tu lo quieras

En relaciones humanas nadie, absolutamente nadie, puede hacer que tu vida sea un suplicio, sólo si tu lo autorizas.

Así como cada día la vida nos otorga regalos invaluables como el poder ver, oír, comer, amar, tratar, también se nos ofrecen innumerables obsequios que la gente nos ofrece, entre ellos palabras de afecto, de agradecimiento o reconocimientos, merecidos o no. Se nos reconoce o se nos adula con un fin, hacernos sentir bien, ganarse nuestro afecto u obtener cierto beneficio.

Pero también existen quienes nos ofrecen ofensas o expresiones hirientes, merecidas o no, que muchos aceptamos sin reservarnos el derecho de admisión de tales expresiones llenas de desprecio. Admiro a quienes literalmente se les resbala lo que no aceptan ni merecen y siguen su vida sin engancharse en la forma o el contenido de esas palabras envenenadas de ira que pueden desestabilizar a los más sensibles e influenciables.

A cada momento habrá quienes te ofrecen este tipo de regalos y tu eres el único que decide tomarle importancia o ignorarlos. Aceptarlos y responder de igual forma o simplemente dejarlos ahí, donde te los ofrecen. Mentalmente decir “no acepto ese regalo. No es para mi, no merezco esta ofensa y simplemente la dejo a que se la lleve quien me la ofreció”.

No olvidaré jamás la templanza y seguridad que manifestó un sacerdote,  en una reunión social a la que fue invitado. Dentro de los presentes había un hombre que, al saber que él era cura, empezó a despotricar una serie de ofensas por el desprecio que sentía hacia la Iglesia católica, debido a  ciertos acontecimientos negativos donde estaban involucrados sacerdotes. Expresó delante de más de 20 personas su malestar por su presencia en ese lugar, la vergüenza que –según él-  debería de sentir de portar una sotana, agregando ofensas en contra de su persona, inclusive, por no optar por casarse y formar una familia, poniendo en tela de duda su hombría. El sacerdote, que tranquilamente lo escuchaba tomando un refresco y comiendo una botana que le habían ofrecido, dejó que terminara la sarta de ofensas que traía cargando, tal parece de mucho tiempo atrás en contra de la institución que el padre representaba. Al finalizar, el cura lo ve fijamente, sonríe y dice: “Es tu opinión amigo. La cual es muy respetable. No te digo que la agradezco, pero tampoco la acepto”.  Y ya.

Pero dígame, ¡¿qué tiene que decir?! –insistió el hombre-

A lo que el cura le contestó que no era ni el momento ni el lugar para decir su opinión y que con gusto lo recibía –previa cita- en su parroquia para hablar al respecto. La gente ahí reunida se encargó de reprobar con miradas y comentarios lo ahí expresado y sobre todo la forma en la que el hombre se dirigió al sacerdote.  El padre siguió conviviendo ¡como si nada hubiera ocurrido! No aceptó sus ofensas ni mucho menos se las llevó. Probablemente le molestó –lo cual debería ser un hecho natural- pero no lo demostró.

El aprendizaje es claro, no tienes por qué soportar las críticas; simplemente agradece con amabilidad y promete pensar en lo que te digan. Es una decisión personal que todos tenemos en determinado momento y no podemos dejar que las cargas emocionales de quienes nos rodean nos aplasten a su antojo. Tu decides: “¿bailas al son que te toquen?” Tu decides si aceptas y te dejas llevar por las emociones de quienes no están a favor de tus ideas o tu forma de ser. Siempre tendrás el control del momento si utilizas la calma cuando otros están ofuscados y recuerdas que nadie puede hacerte la vida imposible a menos de que tu lo autorices.


Por Dr. César Lozano.



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