
Para que las hojas de la lechuga estén frescas y crujientes al momento de servirlas, debes mantenerlas en un recipiente con agua fría; sólo escúrrelas y seca ligeramente con servilletas de papel. Si te sobran, rocialas nuevamente usando un atomizador con agua, envuelve las, sin apretar mucho, en un trapo de casina seco y limpió, y refrigera en el cajón de las verduras para usarlas después.
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