Sin embargo, hay otra forma de convertirte en enemigo de ti mismo. ¿Cuántas veces has soñado incansablemente en lograr algo en lo que tienes claramente definidos tus objetivos pero, cuando estás a punto de lograrlo, sucede un incidente que te impide cumplirlo? Deseas fervientemente bajar de peso, te la pasas diciéndote que pondrás manos en el asunto el próximo lunes; o mejor la siguiente semana o el siguiente mes o ¡ya! Pero, para no fallar, “mejor inicio con el año”. Tienes la dieta ideal para logarlo, conoces a varias personas que han seguido ese maravilloso método para adelgazar y lograron su cometido, la ilusión está presente en bajar esos kilos que siempre has deseado y empiezas con éxito bajando kilos y más kilos y cuando llevas un gran avance para llegar al peso ideal, las tentaciones y tu poca fuerza de voluntad hacen de las suyas evitando llegar a tu meta. Sabes que determinado medicamento es fundamental para tu salud y constantemente olvidas tomarlo. Te inscribes a un curso de Inglés sin lograr avances; después a otro y a otro y así te la pasas como nómada de una escuela a otra sin lograr tu objetivo. Deseas con todas tus fuerzas un trabajo y cuando estás en la entrevista final se “salan” las cosas y le otorgan el puesto a otra persona.
Y ni para qué hablar de la cantidad de veces que postergamos las cosas que nos benefician y no sabemos por qué. Le adjudicamos a mala suerte, a que somos eternas víctimas de las circunstancias que nos rodean, a la mala vibra de quienes nos rodean, o agregamos un toque espiritual auto convenciéndonos de que Dios tiene “mejores planes para nosotros” o que simplemente eso no se nos da. Pero rara vez creemos que es un autosabotaje. Por algún motivo que no conoces, quieres lograr lo que te propones pero no puedes y su razón viene del inconsciente.
Los expertos en el tema dicen que las principales razones son varias y, estoy seguro, que conforme las vayas leyendo te identificarás con alguna de ellas como me sucedió a mi.
1. El autosabotaje puede tener sus raíces desde la infancia por la perfección o madurez anticipada que pudieron haber buscado tus padres en ti. Al no lograr satisfacerlos, sentiste que ese estado de infelicidad te acompañará por siempre y lo haces un hábito.
2. Dependencia o sobreprotección excesiva de los padres hacia sus hijos, causándoles un daño tremendo ya que los hijos sienten que no pueden lograr lo que se proponen si no es con la ayuda o aceptación de sus progenitores.
3. Baja autoestima fruto de palabras hirientes como “Eres un bueno para nada”, “¿Cuándo harás las cosas bien?” “Tenías que reglarla una vez más”. Palabras que pueden dañar la seguridad y la autoestima de niños o jóvenes, haciéndolos creer que verdaderamente el éxito no está destinado para ellos.
4. Condicionamientos aprendidos desde niños, en la juventud o en la etapa adulta, auto-convenciéndonos de que el éxito no es tarea fácil: “Detrás de un éxito, tiene que haber un gran sufrimiento” –eso me repetía un profesor una y otra vez, ¡El dinero no se da en los árboles! –recordé a mi madre preciosa- ¡lo bueno cuesta, y cuesta mucho!
5. Nos desvivimos por darle gusto a la gente que nos rodea. Rendimos culto al sacrificio por los demás haciendo hasta lo imposible por lograr el bienestar de quienes amamos y nos olvidamos de nosotros mismos; de la gran responsabilidad que tenemos de decidir ser felices y sentirnos merecedores de lo bueno y lo mejor.
Claro que lograr el éxito puede representar un gran sacrificio, pero hay quienes inconscientemente tienen tanto miedo a sufrir que autosabotean ese éxito que está destinado para ellos. Aun y que podemos decir o, incluso, creer fielmente que queremos lograr algo que es para nuestro bien, internamente y de manera no muy consciente podemos tener miedo de lograrlo por la responsabilidad que conlleva, por el cambio que implica y no sabemos si podremos manejarlo.
Cuando se trata de postergar algo importante en tu vida con frases como “luego lo hago”, el miedo que encierra es al éxito; el mensaje es no lo consigo porque no lo merezco; el valor que hay que rescatar es la confianza y el amor a uno mismo.
Recordé que cuando ejercía como médico, consultaba a una paciente para ayudarla a bajar de peso. Toda una vida con obesidad y las consecuencias relacionadas con problemas de salud y autoestima. Deseaba con todo su corazón bajar kilos pero difícilmente avanzaba. Hasta que un día el psicólogo que me acompañaba en el proceso me dijo: Nunca va a bajar de peso por el miedo inconsciente de que si lo logra, no sepa relacionarse o mantenerse en el peso ideal. Algo difícil de aceptar y, sin embargo, más común de lo que creemos.
Cuatro recomendaciones prácticas:
1. Reconocer y explorar nuestros sentimientos y su origen. Identificar el porqué de los hábitos negativos que no podemos controlar y entender nuestros miedos.
2. Revisar el nivel de autoestima. ¿Qué tanto nos aceptamos como somos? ¿Qué o quién se ha encargado de hacernos sentir menos? No con el fin de culpar y martirizarnos por la gente que se ha ensañado contra nosotros, sino con el fin de superarlo de la manera más sana posible incluyendo el perdón como estrategia.
3. Analiza tu infancia y los factores que pudieron haber repercutido en el desarrollo de un conflicto en tu vida adulta. Sanar a ese niño interior que todos llevamos.
4. Si es necesario, busca ayuda psicológica para que hagas conscientes tus miedos más ocultos o celosamente guardados y que representen un autosabotaje.
Imposible negar que inconscientemente podemos impedir nuestra felicidad por no sentirnos merecedores de disfrutarla. Evitemos ser víctimas eternas de las circunstancias; analicemos el impacto de nuestras palabras y creencias; identifiquemos las secuelas de nuestra infancia y decidamos reprogramar nuestra mente a nuestro favor.
¡Ánimo!
Por Dr. César Lozano
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